El
título que acompaña a esta entrada podría sonar una tanto presuntuoso si no
fuera porque aquellos a los que nos gusta transitar y desarrollar nuestro
trabajo en los bosques sabemos a “ciencia cierta” que algunos tienen “alma” y otros no.
Por “alma”
quiero dar a entender un concepto entre estético y emocional, una suerte de
equilibrio entre los elementos que hacen que sientas que estás en un lugar
especial, unas condiciones que invitan a la introspección, a la contemplación,
a la admiración de las posibilidades gráficas, compositivas o estéticas que
hacen que te sientas movido a impulsar tu labor fotográfica y a volver a esta
ubicación una vez terminada la sesión.
A los
que nos gusta fotografiar bosques, sabemos muy bien a donde ir y donde es mejor
no volver, estos últimos, lugares sin “alma”, poco nos van a aportar.
La
imagen que acompaña la entrada, tiene la intención de reflejar ese “alma” que
tienen algunos bosques o rincones de bosque, en concreto, y en el caso que nos
ocupa, la disposición de las ramas en su máximo esplendor otoñal envueltas
entre los troncos de un gris pálido, casi blanquecino de unos de mis ayedos
preferidos contribuyen a acentuar esa sensación.
Parque
natural del Montseny (Barcelona).
Nikon
D2x, AFS Nikkor 70-200mm f2.8, polarizador, trípode, Raw, ISO 100.
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