Todo
depende del prisma con el que miramos las cosas.
En la
fotografía de o en los bosques, uno de nuestros mejores aliados suele ser la
ausencia de viento.
Gracias a ello podremos trabajar con diafragmas cerrados
garantizado la profundidad de campo necesaria, y tan o más importante si cabe, la
definición y nitidez de las hojas que aparecen en la escena.
Pero
como todo es relativo, dependiendo del día de la sesión o de un periodo de
esta, la tranquilidad a la que nos referíamos no solo no se produce, sino que
el viento todo lo puede y zarandea sin compasión alguna, hojas y ramas
circundantes. Es el momento de ver una oportunidad en el problema y jugar
creativamente con las posibilidades que nos ofrece esta situación.
En la
imagen que encabeza esta entrada, se optó por jugar con un diafragma bastante
cerrado forzando así una velocidad lenta, gracias a la cual aprovechamos la
fuerza del viento para “pintar” una imagen que de otro modo no sería posible.
El
resultado, como siempre será valorado según el criterio del espectador, pero
creo que ofrece una visión poco común de un rincón del bosque con cierta
estética y fuerza visual.
Nikon D2x, AFS Nikkor 70-200mm f2.8 VR ED, polarizador, trípode,
Raw, ISO 100, trípode.
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