Poco a añadir a los ya múltiples comentarios de esta maravillosa y archifotografiada playa, que la sensación personal de recuerdo inborrable, infinidad de posibilidades fotográficas y una experiencia inolvidable al ser una de las primeras playas vascas en las que experimenté en soledad, la experiencia de fotografiar el ocaso con la marea baja.
Afortunados son aquellos que pueden disfrutar fotográficamente de su proximidad.
Siempre está ahí como destino pendiente.
Nikon D2x, 18-35 F4-5.6, polarizador, DN-3, trípode, Raw, ISO 100.
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