Fotográficamente hablando, uno los buenos motivos del verano en la montaña son las breves pero intensas tormentas que se suelen producir, principalmente al atardecer.
Además de ofrecernos la posibilidad de intentar captar el paisaje iluminado por los relámpagos y en el preludio al inicio de la tempestad, el cielo puede tornarse sumamente atractivo desde el punto de vista visual:
Atmósferas densas, colores saturados, resquicios de luz contrastados.
A veces merece la pena quedarse ahí fuera, aunque el tiempo lo desaconseje. Tal vez nos llevemos un buen recuerdo fotográfico.
Imagen tomada en el valle de la Cerdanya (Lérida).
Nikon F4s, 70-200 F4, polarizador, trípode, Velvia 50, -1EV.
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